En la salida de la estación del metro Joaquín Balaguer, hay una plaza con varios negocios, la DGII, Victorina y un liquor store que expende bebidas a precios bajos pero que no permite el consumo adentro del negocio. Así que la gente, en una anarquía institucionalizada, ha tomado la acera para beber, poner música a incontrolables decibeles y bailar escenificando actos en contra de la moral pública. Con esta escena dantesca nos encontramos mi esposo y yo regresando de la Feria Internacional del Libro, a bordo del modernísmo metro del progreso con mis dos hijos de 8 y 11 años. Esto ocurre cada noche, impidiendo que uno "se atreva" a pasar por ahí, porque los que estamos mal somos nosotros en esta fallida democracia. Esto es en plena Av. Máximo Gómez, próximo al Ministerio de Educación. ¿Es que ya las autoridades soltaron en banda este maldito país? ¿Es que a nadie le molesta lo incorrecto? ¿Es que a nadie le importa que se violen las normas y leyes?...¿La moraleja es que tomemos la sartén por el mango y que los ciudadanos que no estemos de acuerdo también hagamos lo que nos de la gana, por ejemplo limpiar esta inmundicia con una ametralladora, como los sicópatas?...Los dominicanos nos estamos volviendo locos, pero realmente estamos enfermos de tanto hacer lo que nos da la gana o de tanto resistirnos a ello. Estamos enfermos de tanta tensión entre si hacemos lo correcto o si realmente no vale la pena. La incertidumbre nos asalta...¿somos honrados o pendejos, cívicos o pariguayos, correctos o ridículos? La duda de Hamlet de "ser o no ser" nos embarga con la misma paranoia ¿ser dominicanos o no ser dominicanos?...he ahí el dilema. Y lo peor de todo es que la culpa es de cada uno de nosotros mismos, los que conformamos esta nación dominguera y no dominicana.
Aidita Selman
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