viernes, 27 de julio de 2018

PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA VISTO A TRAVÉS DE SU IDEARIO Y DE SU VIDA ITINERANTE (1884-1946)


Por Miguel Collado

AGRADECIMIENTO Y DEDICATORIA
Habremos de referirnos al ilustre humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña, a quien, con certero juicio, y sin andarse con mezquindades, el erudito argentino Jorge Luis Borges llamara «Maestro de América».1 Y lo haremos a partir de su ideario y desde una perspectiva intrahistórica cronológica, intentando hacer un recorrido por su itinerante y fructífera vida. Como guerreros de la palabra, desafiaremos al implacable tiempo para lograr nuestro propósito antes de que a ustedes les alcance el cansancio.
Pero antes de hacer eso, abriremos un paréntesis para rendirle tributo a la gratitud, una de las cuatro virtudes lógicas en opinión de Henríquez Ureña. El espíritu de la gratitud atraviesa nuestra memoria y surgen nombres de figuras intelectuales de la estirpe de Vetilio Alfau Durán y Emilio Rodríguez Demorizi, nuestros mentores iniciales en el ámbito de la investigación histórica cuando nuestra piel exhibía el vestido de la adolescencia que partía. Otros nombres ilustres, en el campo de las letras, aparecen ante nosotros en este memorable momento: Antonio Fernández Spencer, Marcio Veloz Maggiolo, Ramón Cifré Navarro, Manuel Mora Serrano, Víctor Villegas, Bruno Rosario Candelier, Abelardo Vicioso, Antonio Lockward Artiles, Celso Benavides, Abel Fernández Mejía, Fiume Gómez, Rafael Valera Benítez, Rafael Mejía Constanzo y Máximo Avilés Blonda. Unos fueron nuestros maestros en las aulas universitarias, otros nos iluminaron con sus ideas y orientaciones fuera de ellas. A todos ellos les dedicamos nuestras palabras en esta solemne ocasión en que se nos honra al ser recibidos como Miembro Correspondiente de esta Academia Dominicana de la Lengua, lo cual agradecemos profundamente a la honorable Junta Directiva de dicha corporación, presidida por su diligente Director, el doctor Rosario Candelier.
A ustedes —distinguidos académicos, amigos, escritores, gestores culturales y admiradores de la obra intelectual del brillante pensador dominicano Pedro Henríquez Ureña—les agradecemos la gentileza de brindarnos su apoyo con su valiosa presencia.

A MANERA DE EPÍGRAFE: PHU Y EL IDIOMA

Del Ideario de Pedro Henríquez Ureña,2 que compilamos y editamos en el año 2002, cinco años después de haber estudiado sus obras completas:
Cada idioma es una cristalización de modos de pensar y de sentir, y cuanto en él se escribe se baña en el color de su cristal. (En: «El descontento y la promesa»).
Cada idioma tiene su color, resumen de larga vida histórica. Pero cada idioma varía de ciudad a ciudad, de región a región, y a las variaciones dialectales, siquiera mínimas, acompañan multitud de matices espirituales diversos. (En: «Caminos de nuestra historia literaria»).
[...] las reglas sobre el buen uso de los idiomas se pueden aprender con poca colaboración de la escuela: se aprenden, sobre todo, prestando atención al habla de las personas cultas y leyendo buenos libros. (En: «Aspectos de la enseñanza literaria en la escuela común»).
[...] fuera de los círculos donde la expresión es motivo de atención vigilante, en boca de la masa, el idioma fluctúa y varía hasta el infinito. Sus variaciones son de toda especie; se prolongan y crecen en el tiempo y en el espacio hasta el punto en que comienza a decirse que hay ‘dialecto’ y continúan hasta el momento en que se dice que hay ‘otro idioma’ [...]. (En: «El lenguaje. I. La ciencia del lenguaje»).

DEL NACIMIENTO DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA (1884)

Dejemos que sea nuestro personaje quien nos cuente en torno a las circunstancias de su natalicio. En sus Memorias ―que Pedro comenzó a escribir poco antes de cumplir los 25 años de edad por considerar que ya he vivido lo bastante―, en forma muy simpática y con cierto sentido del humor, él relata:
¿Mi memoria? Ciertamente he de comenzar por recuerdos ajenos. Nací el 29 de junio de 1884, en Santo Domingo de Guzmán, capital de la República Dominicana; era domingo, y cuentan que esa tarde, á la hora de mi nacimiento, había procesión de octavario de Corpus en la parroquia de Santa Bárbara. Mi padre, Francisco Henríquez y Carvajal, era ya entonces Licenciado en Derecho y en Medicina de la Facultad Dominicana, y maestro co-director, con José Pantaleón Castillo, de la extinta Escuela Preparatoria. […] Salomé Ureña, casada después de sus triunfos poéticos entre 1874 y 1880, dirigía el Instituto de Señoritas, el primero en que se dio enseñanza superior a la mujer dominicana. No fui primogénito, sino el segundo hijo.3
Y apelando a los mismos recuerdos ajenos que él ha señalado, Pedro, en forma pintoresca, describe el origen de su nombre del siguiente modo:
A fines del mismo año de 1884, sufrí una fiebre grave; y los parientes, atemorizados ante la posibilidad de una muerte sin bautismo, según la creencia católica, me hicieron bautizar apresuradamente en la casa, con nombres tomados al azar: Pedro, por el día del nacimiento; Nicolás, por mi abuelo [materno] el poeta Nicolás Ureña; Federico, por el padrino, mi tío Federico Henríquez y Carvajal.4
El nacimiento de Pedro Nicolás Federico Henríquez Ureña tuvo lugar específicamente en la esquina conformada por las calles Luperón y Duarte, que para la época ostentaban los nombres de Esperanza y Los Mártires, respectivamente. Es una casa de dos plantas que aún permanece, como testigo de la historia, en la zona colonial: abajo funcionaba el Instituto de Señoritas fundado por Salomé Ureña de Henríquez el 3 de noviembre de 1881 y arriba estaba el hogar, que vendría a ser como un centro de enseñanza personalizado, en el que los maestros eran los padres y alumnos los hijos. Cabe citar en este punto al ensayista y académico Andrés L. Mateo: «Si hay que destacar algo como blasón distintivo de esta familia ilustre, es el hecho de que toda su idea de lo heroico está siempre relacionada con la aventura intelectual, con los valores del espíritu».5

PRIMERA ESTANCIA DE PHU EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA (1901-1904)

¡Inicia su travesía fuera de la patria el incansable peregrino! En enero de 1901, Pedro, llevado por su padre Francisco Henríquez y Carvajal, viaja a los Estados Unidos de América, específicamente a
la ciudad de New York, con el propósito de, junto a su hermano mayor Francisco Noel, iniciar los estudios del idioma inglés en Columbia University, lo cual Henríquez y Carvajal, interesado por la formación de sus hijos, consideraba algo de suma importancia.
Pedro, en sus Memorias, registra, de gran valor intrahistórico, lo siguiente:
Llegamos, por fin, a Nueva York, el 30 de Enero. […] Con el fin de que cuanto antes aprendiéramos el inglés en toda forma (pues era poco lo que recordábamos de los cursos recibidos en el Liceo Dominicano) mi padre nos buscó una casa de huéspedes en el barrio de la Universidad de Columbia; y pronto nos instalamos en la casa de Mr. / Mrs. Henry E. Fournier, [en la ] 329 West 113th Street.6
[…]
En aquellos primeros días me dediqué con ahínco á los teatros: rara vez iba á los ingleses, pues no podía entender todavía a los actores.7
[…]
Mi padre partió a Europa en marzo, para tratar principalmente con los acreedores de Santo Domingo en Bélgica y Holanda. Mientras tanto, nos quedamos solos en Nueva York, y con la asistencia á algunos cursos y la conversación diaria de la casa, bien pronto aprendimos inglés.[…] Leí mucho por entonces (puedo decir que leía diariamente un drama ó la mitad de una novela ó de otro libro)…8
Este primer encuentro de Pedro Henríquez Ureña con la sociedad estadounidense ―de tres años y dos meses— está matizado por experiencias múltiples y espiritualmente enriquecedoras, tanto en lo cultural e intelectual como en el plano existencial: además de asistir a los teatros, disfruta de los conciertos musicales y de las veladas literarias sin que el idioma inglés fuera una barrera. Eran frecuentes sus visitas al Museo Metropolitano de Nueva York. La dinámica vida cultural de la gran urbe lo fascinó y penetró en él tan profundamente que terminó expulsando de su interior, al cabo de un año, aquella visión un tanto prejuiciada, por la influencia arielista, que tenía de la sociedad norteamericana: «…comencé a penetrar en la verdadera vida americana, y a estimarla en su valor», confiesa Pedro en sus Memorias.9
Los cambios en la vida política dominicana provocaron cambios importantes en la vida cotidiana newyorquina de Pedro y de sus hermanos Francisco Noel y Max, dividendo en dos momentos esta primera estancia suya en la patria de su admirado poeta Carl Sandburg: de enero de 1901 a abril de 1902; y de abril de 1902 a marzo de 1904. En abril de 1902 ocurre en República Dominicana el golpe de Estado que desplaza del poder al presidente Juan Isidro Jimenes, lo cual trajo como consecuencia que su padre, desempleado y carente de recursos, ya no podía continuar enviándoles dinero. Los tres hermanos Henríquez Ureña se ven entonces en la necesidad de enfrentarse a la dura realidad de una sociedad orientada al trabajo desde su fundación.
A pesar de las precariedades, de las jornadas laborales agotadoras, la fuerza creadora de Pedro no decae; viva se mantiene la llama de su espíritu. Enviaba sus escritos (poemas y artículos) a periódicos y revistas de Santo Domingo. En New York, en octubre de 1901, escribirá su célebre texto poético «Flores de otoño», considerado iniciador de la corriente modernista en la poesía dominicana a juicio de Max Henríquez Ureña: «En los albores de su juventud. Pedro Henríquez Ureña se había manifestado como poeta. A él se debe la primera composición de tipo francamente modernista que lleva la firma de un autor dominicano: ―Flores de otoño” (l901)…».10 Fue publicado el 4 de noviembre de ese mismo año en el periódico El Ideal, órgano del Ateneo de la Juventud de la ciudad de Santo Domingo.
Pero no tan solo vemos surgir al poeta pionero en esta primera estancia de Pedro en los Estados Unidos, sino también al precoz pensador, al naciente intelectual reflexivo. Basta citar el párrafo primero de aquel artículo elegíaco titulado «Hostos», datado en New York en septiembre de 1903 —cuando apenas contaba con 19 años de edad— y escrito un mes después del fallecimiento del Gran Maestro Eugenio María de Hostos, de quien recibió influencia tempranamente: «Ahora que acaba de irse de la vida, casi sin muerte, en uno como desvanecimiento del ser, el maestro de una generación, la más
consciente del país dominicano, difícil es a sus admiradores tanto como a sus contrarios, juzgar con calma y precisión su obra de pensador y de pedagogo».11

PRIMERA ESTANCIA DE PHU EN CUBA (1904-1906)



En marzo de 1904, mi padre decidió que abandonáramos Nueva York, y partimos á Cuba, donde pensaba radicarse. No dejé Nueva York con pena; sentía que la gran ciudad me había enseñado cuanto debía enseñarme y que ahora su enseñanza, moral é intelectual, debía servirme para vivir entre mis gentes, escribe Pedro en sus Memorias.12
Son cuatro los países en los que Pedro Henríquez Ureña echa profundas raíces en los ámbitos cultural, literario y académico, y en los que son más visibles sus huellas: México, Argentina, Estados Unidos y precisamente Cuba. Aquí residirá por espacio de dos años, hasta el mes de enero de 1906; durante ese tiempo colabora en la revista Cuba Literaria y es empleado de la casa comercial Silveria y Compañía. En Cuba Pedro habrá de publicar, en diciembre de 1905, a la edad de 21 años, su primera obra literaria, Ensayos críticos,13 saludada por el pensador uruguayo José Enrique Rodó, quien, en carta dirigida al dominicano el 20 de febrero de 1906, agradeciéndole el ejemplar que Pedro le había enviado, le expresa lo siguiente:
Me agradan la solidez y ecuanimidad de su criterio, la reflexiva seriedad que da el tono a su pensamiento, lo concienzudo de sus análisis y juicios, la limpidez y precisión de su estilo. Me encanta esa rara y felicísima unión del entusiasmo y la moderación reflexiva, que se da en Ud. como en pocos. Y me complace reconocer, entre su espíritu y el mío, más de una íntima afinidad y más de una estrecha simpatía de ideas.14
En Ensayos críticos resulta sorprendente la madurez intelectual a tan temprana edad de Pedro. He aquí dos joyas aforísticas extraídas de ese libro que confirman lo de su precocidad intelectual:
 Cultura. Para comprender una cultura interesa tanto saber lo que hay como lo que no hay en ella.15
 Desorganización. [...] la mejor prueba de la desorganización es la existencia de la miseria y la ignorancia en sociedades que poseen todos los elementos necesarios para suprimirlas.16

PRIMERA ESTANCIA DE PHU EN MÉXICO (1906-1914)

Desde Cuba, en 1906, Pedro, contrariando los deseos de su padre, se dirige a México. En este país haría vida académica, cultural e intelectual intensa hasta el año de 1914, es decir, en su primera estancia en esa nación. En Veracruz es uno de los fundadores de la Revista Crítica, junto al escritor cubano Arturo R. Carricarte y en el mes de abril se traslada a la capital mexicana, donde conoce a Antonio Caso y a Alfonso Reyes y colabora con el periódico El Imparcial y la Revista Moderna. También trabaja en la Compañía de Seguros La Mexicana en labores administrativas. El tiempo sellaría una profunda y solidaria amistad entre Reyes y Henríquez Ureña.
La patria dominicana siempre anduvo con Pedro Henríquez Ureña. Se mantenía actualizado, al corriente del acontecer cultural y político de República Dominicana. Nunca adquirió ni negoció otra nacionalidad, a pesar de llevar una vida de errante eterno. En carta dirigida al filólogo y crítico literario español Marcelino Menéndez y Pelayo en 1909, desde México, el humanista dominicano le aclara:
Comprenda usted que, aunque vivo en México soy dominicano. El malestar crónico de mi país me obliga a buscar aires más puros en éste, aunque desde lejos sigo trabajando por el mío, y rara vez publico mis escritos en el exterior solamente, sino, que los hago aparecer al mismo tiempo aquí y en Santo Domingo.17
En el país azteca Pedro publicará en 1922, entre otras obras, En la orilla. Mi España,18 en la cual encontramos varias frases aforísticas impactantes en nuestro paseo lectural por su ideario:
 Crítica / Actividad creadora. [...] la crítica, si se ejerce con exceso, es enemiga de la actividad creadora [...].19
 Éxito / Imitación. El éxito engendra la imitación: todos lo sabemos. Pero no siempre advertimos que las imitaciones tienden a convertirse en deformaciones.20
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA DE VISITA EN SU PATRIA (1911)
Entre los meses de mayo y junio de 1911, Pedro, aprovechando unas breves vacaciones académicas, tiene presencia en la ciudad de Santo Domingo: el 16 de mayo llega a República Dominicana, después de una ausencia de diez años, y su visita se extiende hasta el 22 de junio de dicho año. Primero pasó por Cuba a visitar a sus hermanos. Poco comentan sus cronologistas y biógrafos acerca de ese momento en la vida del más representativo de los hombres de letras nacidos en la Isla. En sus «Notas de viaje [A Cuba]» Pedro cuenta:
Domingo 14 de mayo de 1911. Estoy ahora […] a bordo del vapor francés Abd-el-Kader, que me lleva de Santiago de Cuba a Santo Domingo. Va conmigo Camila.21
[…]
Miércoles 17 de mayo. Ayer por la mañana llegamos a Santo Domingo. El vapor entró […] en el río Ozama… Las calles han mejorado (las del centro están niveladas, y hay alcantarillas), hay un buen número de casas nuevas —estilos a veces extravagantes, a veces sencillos, como las de la Habana— y subsisten las casas viejas pintadas de colores, al modo antillano. […] El detalle más notable de ornamentación antigua es el de la «Casa del Cordón».22
[…]
Martes 30 de mayo. He visitado principalmente el «Salón Goncourt» de Leonor y Clementina Feltz, donde hemos hecho lecturas de Oscar Wilde y Edith Wharton; y concurro al Club Unión y al Casino de la Juventud.23
[…]
Sábado 3 de junio. He salido a pasear en automóvil, hasta Jaina (dieciséis kilómetros), invitado, primero con Camila y mi tía Ramona, por Mercedes Echenique Peláez.
He visitado la tumba de mi madre, en la Iglesia de Las Mercedes…
Pedro, con la honda satisfacción de haberse reencontrado con su pasado en su patria natal, de haber compartido íntimamente con sus familiares (padre, hermana, tíos, tías y primos) regresa a la patria de Benito Juárez en junio de 1911, mientras que Camila volvería a Santiago de Cuba meses después para continuar con sus estudios formales.
DE REGRESO A MÉXICO (JUNIO DE 1911)
Pedro es designado, al siguiente año siguiente, catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana en la Escuela Preparatoria de la Universidad Nacional de México. Su ascendente
carrera intelectual y académica lo convierten en víctima de la envidia y de los ataques discriminatorios por su condición de extranjero: la xenofobia mexicana de la época lo zahiere.
Luego de la Revolución de 1910, el tenso e inestable ambiente político reinante en México desde la toma del poder, en febrero de 1913, por el militar Victoriano Huerta fue el motivo principal por el cual tuvo Pedro que trasladarse, nuevamente, a la isla de Cuba en abril de 1914, habiendo concluido ya sus estudios de Derecho: su discípulo Antonio Castro Leal fue quien recibió el diploma por delegación de Pedro.
Años más tarde Castro Leal sería un destacado escritor, abogado y rector del citado centro académico.

SEGUNDA ESTANCIA DE PHU EN CUBA (1914)

Pedro llega a La Habana en el mes de abril de 1914 con la intención de continuar su viaje hacia Europa, pero al estallar la Primera Guerra Mundial en el mes de agosto sus planes cambian: comienza a colaborar con varios medios cubanos, entre ellos El Fígaro y la revista Cuba Contemporánea.24
Apenas unos siete meses permaneció Pedro en esta su segunda estancia en la patria de José Martí y su activismo dejó huellas en el periodismo literario en la mayor de las Antillas, habiendo trabado amistad con importantes escritores cubanos como Mariano Brull y José María Chacón y Calvo.
Acepta ser corresponsal del periódico El Heraldo de Cuba en Washington y parte hacia la capital estadounidense en el mes de noviembre del citado año. Pero antes, edita en Cuba su texto Estudios sobre el Renacimiento en España: el maestro Hernán Pérez de Oliva,25 del cual transcribimos las siguientes frases aforísticas:
 Mitología. [...] la más antigua poesía escrita, y, más elocuente aún, la mitología, conservadora de la primitiva actitud espiritual de los pueblos.26
 Poeta. [...] con sólo ingenio no se hacen poetas.27

SEGUNDA ESTANCIA DE PHU EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA (1914-1919)

Esta segunda estancia de Pedro en la nación norteamericana, de casi cinco años (de noviembre de 1914 a septiembre de 1919), es la más fructífera, tanto en cuanto a su formación académica como en todo lo concerniente a la difusión de sus ideas: escribe en importantes medios en español y en inglés y dicta cursos y conferencias en diversos centros académicos.
Desde Washington y desde New York Pedro escribe para el periódico El Heraldo de Cuba hasta marzo de 1915: sus 44 artículos aparecidos entre 1914 y 1915, firmados con el seudónimo de E. P. Garduño, conformarían el volumen Desde Washington, compilado por la ensayista y poeta cubana Minerva Salado bajo las orientaciones de Camila Henríquez Ureña y publicado en 1975 por Casa de las Américas de La Habana. Se mueve entre la capital estadounidense y la ciudad de New York, donde asiste a teatros, bibliotecas y museos, compartiendo con personalidades del mundo cultural y del ámbito académico.
Desde Washington Pedro se traslada a New York, pues en el mes de mayo de 1915 pasa a ser redactor de Las Novedades, semanario newyorquino en el que estaría escribiendo hasta agosto de 1916. En dicha ciudad colabora, también, con la exigente revista The Forum, editada en inglés, y continúa enviando sus artículos a El Fígaro, de Cuba. Sólo firmaba con su nombre de pila los textos de creación literaria, como su pieza dramática El nacimiento de Dionisos, editada en 1916 como una separata, bajo el sello editorial del semanario. Es la edición definitiva de esa obra. Otras
publicaciones de Pedro en la ciudad de New York son: El primer libro de escritor americano28 y Las «nuevas estrellas» de Heredia.29
Desde la ciudad de New York Pedro colabora con importantes medios de otros países: con la revista La Unión Hispanoamericana y la Revista de Filología Española, de España ambas; con la Revista de Filosofía de la Argentina; y con la revista El Repertorio de Americano, de Costa Rica. Frases tomadas de El nacimiento de Dionisos, que ponen de manifiesto su sensibilidad humana:
 Bienamados. [...] no ignoro cuán duro trance es la eterna partida de los bienamados.30
 Madre. La muerte de las madres jóvenes es duelo de la tierra, y es recuerdo piadoso para los hijos.31
En agosto de 1916 Pedro logra lo que ningún otro antillano había logrado en los Estados Unidos de América: es contratado, por un año, como profesor de Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de Minnesota; pasa, así, a pertenecer al cuerpo docente del Departamento de Lenguas Romances de ese prestigioso centro académico estadounidense.
En ese mismo año inicia sus estudios superiores en dicha universidad, paralelamente a su labor docente. Al mismo tiempo, estaría impartiendo cursos en las universidades de Chicago y Los Ángeles (California). En 1918 se graduaría de Doctor en Filosofía, siendo el primer hispano en hacerlo en la Universidad de Minnesota: «La versificación irregular en la poesía castellana» es el título de su tesis. El año anterior había aprobado la Maestría en Artes.
A pesar de no ser un político militante, ante la intervención norteamericana en República Dominicana en mayo de 1916 Pedro reaccionó y asumió una postura patriótica: truena su voz de protesta desde el mismo corazón del imperio invasor mediante la valiente publicación de su artículo «El despojo de los pueblos débiles», en el mes de octubre, en la Revista Universal de México, reproducido en el periódico dominicano El Tiempo del 16 de noviembre. ¿Qué dice Pedro?
En medio del más extraño silencio de la prensa universal, se ha llevado a cabo, durante los últimos meses, la intervención de los Estados Unidos en la República Dominicana. La invasión raya punto menos que en conquista.
Se comprende el silencio de Europa, preocupada por sus problemas propios; pero no el silencio de la prensa latinoamericana en su mayor parte. Es verdad que el gobierno de los Estados Unidos, con singular maña y artería […], oculta al público los pormenores de lo que ocurre; pero un hecho, central, ostensible, no pudo ocultarse: el territorio de una nación independiente de la América española se halla ocupado, sin motivo suficiente de carácter internacional, por fuerzas de los Estados Unidos.
La noticia de este hecho debió bastar para que la prensa de la América latina se diera cuenta de la gravedad del caso. Más aún: no sólo de la prensa; también, de los gobiernos de nuestra América debió partir la protesta.
[…]
Pero el gobierno del doctor [Francisco] Henríquez sigue en pie, dando el singular ejemplo de servir a su país sin remuneración presente y tal vez sin esperanza de remuneración futura.32
El 26 de noviembre de 1916 Pedro envía una carta aclaratoria al periódico norteamericano The Minneapolis Journal en la que expresa lo siguiente: Admiro a los Estados Unidos y su gente. Ustedes son un pueblo grande y feliz; los de Santo Domingo somos chicos y pobres. Pero mi lealtad está enteramente con mi patria. He sido acusado de preferir a este país. No es así.33
Por breve tiempo, en las vacaciones del verano de 1917, Pedro viaja a España con el propósito de estrechar lazos de amistad con el célebre filólogo y crítico literario Ramón Menéndez Pidal, así como reanudar su vieja relación de amistad con el mexicano Alfonso Reyes, quien desempeñaba funciones diplomáticas, representando a su patria; vivía en la ciudad de Madrid. Habría de volver a la patria de Cervantes años después.

SEGUNDA ESTANCIA DE PHU EN ESPAÑA (1919-1920)

En noviembre de 1919, después de haber renunciado de la Universidad de Minnesota el 24 de septiembre, y respondiendo a una invitación que le hiciera su amigo Alfonso Reyes, Pedro pasa a España, donde permanecería hasta finales del mes de mayo de 1920. He aquí el motivo de la renuncia de Pedro: «Appointment at Madrid at higher salary and with better opportunities for productive work» [«Entrevista de trabajo en Madrid con mejores condiciones: salario más alto y trabajo más productivo»]. Permanece en la nación ibérica durante casi un año.
En España la vida de Pedro transcurre de modo muy activo: colabora con el Centro de Estudios Históricos y publica dos de sus estudios más importantes: El endecasílabo castellano34 y La versificación irregular en la poesía castellana.35 Esta última, con prólogo del célebre filólogo Ramón Menéndez Pidal.
En ese país respalda el movimiento antiimperialista hispanoamericano y duda en retornar a los Estados Unidos. Con los escritores mexicanos Carlos Pereyra Gómez y Alfonso Reyes interviene en la traducción al español del libro de Vladimir Ilich Lenin El Estado y la revolución, obra publicada por el político ruso en 1918.

TERCERA ESTANCIA DE PHU EN LOS ESTADOS UNIDOS (1920-1921)

Pedro vuelve a enseñar en la Universidad de Minnesota en este período. Dicta, en abril de 1921, su conferencia «Relaciones de Estados Unidos y el Caribe», en inglés, ante el Club de Relaciones Internacionales de la Universidad de Minnesota, y en la misma critica la política expansionista de los Estados Unidos hacia los pueblos de la América hispánica. Se refiere a la Doctrina Monroe:
El Mar Caribe es el punto principal de aplicación de la Doctrina Monroe. […] Ninguna nación tiene derecho a pretender civilizar a otra. ¿Estamos seguros de que hay grados de civilización? ¿o son tipos, clases de civilización? […] ¿Pero están civilizados todos los Estados de la Unión? Si se pretende civilizar a Haití ¿por qué no civilizar el Estado de Georgia? Y ¿quién decide cuál país es civilizado y cuál no? Sólo la fuerza lo decide, hasta ahora. No hay, pues, derecho para querer civilizar a otras naciones. Pero suponiendo que hubiera civilizaciones superiores, y que ésta fuera una de ellas, ¿por qué no convendría (a Santo Domingo, a Haití, a Cuba) ser colonias norteamericanas? Primero, porque una colonia norteamericana debe ser un fracaso: véase el caso de Puerto Rico. […] Y luego una colonia es, como dije antes, una cosa sin alma, sin alma propia: sus modelos los recibe de la metrópoli. Los que no hayan vivido en un pequeño país independiente no conocen el sentimiento que existe en ellos de estar elaborando su propia vida, creando su propio tipo y modo de ser, creando constantemente. Cada nación pequeña tiene alma propia y lo siente.36
Al final de su brillante y valiente conferencia el humanista dominicano declara: «El ideal de la civilización no es la unificación completa de todos los hombres y todos los países, sino la conservación de todas las diferencias dentro de una armonía».
Durante este tiempo concentra su atención en los problemas referidos a las relaciones entre los Estados Unidos y los pueblos hispanoamericanos, especialmente en los vinculados a su país. Pero ya
no se siente bien en Minnesota debido al clima en esa parte del territorio estadounidense: «el invierno no me conviene», le dice Pedro a Alfonso Reyes en una carta muy conocida datada el 19 de junio de 1921. En la misma, que inicia utilizando la expresión «Otra vez, incansable peregrino...», le informa a su entrañable amigo:
Durante el invierno pasado decidí salir de Minnesota; el invierno no me conviene. Me habría ido a climas de inviernos más benignos e hice averiguaciones sobre puestos en Philadelphia, New Haven y Baltimore; pero nada encontré. […] Al fin […] tuve que escoger entre la revista de Salomón de la Selva en Nueva York y la oferta inesperada de Pepe Vasconcelos en México. Cancelé la primera en vista de la segunda. […] Pero no por eso creas que sé lo que voy a hacer en México.37

SEGUNDA ESTANCIA DE PHU EN MÉXICO (1921-1924)

A finales del año 1921 Pedro Henríquez Ureña presenta su renuncia en la Universidad de Minnesota al ser llamado por el rector de la Universidad Nacional de México, su amigo ateneísta José Vasconcelos, para colaborar en el proceso de reforma educativo-cultural iniciado en el gobierno presidido por Álvaro Obregón. Viaja a México en el mes de noviembre de 1921. Vasconcelos, que luego sería Secretario de Educación Pública de México, lo designa en los siguientes puestos: catedrático en la Preparatoria, director de la Escuela de Verano y director del Departamento de Intercambio Universitario.
Henríquez Ureña promueve la creación de la Escuela de Altos Estudios, de la que habría de ser catedrático, y participa en el I Congreso Internacional de Estudiantes en representación de República Dominicana por escogencia de la Liga Nacional de Estudiantes de Santo Domingo «para que no faltara —dice Pedro— quien recordase la suerte injusta de Santo Domingo y en particular la suerte de sus escuelas, cerradas muchas de ellas por venganza mezquina del invasor contra la protesta popular ante exigencias de Walt Street».38
Durante esta segunda estancia en México Pedro publica, en 1922, una de sus obras de mayor relevancia: En la orilla. Mi España.39 Citamos dos frases luminosas extraídas de esa obra:
 Espíritu / Libertad / Civilización. Sólo el espíritu, echando luz constantemente sobre las cosas, puede darnos la verdadera libertad; sólo la civilización perfecta crea la perfecta sencillez. 40
 Hombre. Naturalmente, instintivamente, el hombre prefiere la luz a las sombras, el espacio abierto a las prisiones [...].41
En 1922 Pedro viaja a Buenos Aires (Argentina) formando parte de una comitiva mexicana presidida precisamente por José Vasconcelos, representando a México en los actos de toma del mando del nuevo presidente argentino Marcelo Torcuato de Alvear. Visita por primera vez la Universidad de La Plata, donde dicta, el 14 de noviembre, su célebre conferencia «La utopía de América»,42 publicada en volumen en La Plata en 1925. ¿Qué dice Pedro en esa magistral conferencia?
 Aprender. [...] aprender no es sólo aprender a conocer sino igualmente aprender a hacer.43
 Cultura. No debe haber alta cultura, porque será falsa y efímera, donde no haya cultura popular.44
En 1923 Pedro decide formar familia y el 23 de junio de ese año se casa con la mexicana Isabel Lombardo Toledano. Padrino y madrina de la misma fueron el destacado intelectual mexicano Antonio Caso y su queridísima tía materna Ramona Ureña Díaz, a quien mandó a buscar para esa especial ocasión. De esa unión nacerían Natacha (1924-1998), en México, y Sonia Henríquez Lombardo (1926-), en La Plata, Argentina. La primera falleció en México el 26 de julio de 1998 y la segunda reside actualmente en Buenos Aires y nos honra con su amistad.
Debido a conflictos y diferencias con José Vasconcelos, perdió sus puestos en la Universidad Nacional, trasladándose al Estado de Puebla, cuyo gobernador lo era en ese momento su cuñado Vicente Lombardo Toledano, líder de la izquierda mexicana, quien lo nombró, por poco tiempo, director de educación de Puebla. Agobiado por las precariedades económicas y presionado por la inestabilidad político-militar reinante en ese Estado, decidió emigrar a la Argentina.
José Luis Martínez, en el prólogo a la edición del volumen Estudios mexicanos45 dice: «Pedro Henríquez Ureña, el maestro dominicano […], contribuyó con generosidad y lucidez a la formación de la cultura moderna de México…».

PRIMERA ESTANCIA DE PHU EN ARGENTINA (1924-1931)

Pedro arribó al puerto de Buenos Aires, Argentina, a fines del mes de junio de 1924. Allí lo esperaban dos entrañables amigos argentinos: Rafael Alberto Arrieta, poeta y crítico literario, y Arnaldo Orfila Reynal, editor y académico. Su esposa y su primogénita Natacha, recién nacida, le acompañaban en esta su primera estancia en esa nación de la América del Sur, donde contó, para establecerse con su familia, con el apoyo de Arrieta.
La razón fundamental de ese movimiento migratorio del ilustre humanista él mismo nos la dice: «la situación económica de México es muy mala; nadie tiene dinero; mis ahorros están metidos en tierras no acabadas de pagar, y éstas me representan, por ahora, deudas y no entradas».46
Arrieta describe de un modo casi dramático las estrechas condiciones económicas en las que Pedro llega a la Argentina:
Pedro había gastado en el largo y costoso viaje todo su dinero y se vio obligado a afrontar, durante los primeros meses, una situación penosa, sobre todo para su delicadeza moral. Deseaba instalarse en alguna pensión familiar, y la buscamos juntos. Se decidió por una situada en la calle Bernardo de Irigoyen, bastante próxima a la estación Constitución, y empezó a viajar diariamente; algunas veces lo hacíamos en el mismo tren.47
Fue duro para él al principio, como casi siempre ocurre en todo proceso migratorio, especialmente cuando las finanzas no nos sonríen. Ya desde abril de 1924, por diligencias de Arrieta, Pedro había sido nombrado profesor del Colegio Nacional de La Plata. De Buenos Aires a La Plata viajaría diariamente en ferrocarril. También habrá de enseñar en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de la capital argentina. Es en Argentina donde Pedro hace su mayor aporte intelectual a la cultura universal, porque precisamente esa era la dimensión de su enjundiosa, analítica y erudita obra: lo universal. Allí publicó, entre 1925 y 1931, una decena de libros, entre los cuales citamos:
1. El supuesto andalucismo de América (1925)
2. La utopía de América (1925)
3. Apuntaciones sobre la novela en América (1927)
4. El libro del idioma: lectura, gramática, composición, vocabulario (1927)
5. Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928)
6. Notas sobre literatura inglesa (1928)
7. Cien de las mejores poesías castellanas (1929)
8. Guía para el uso del Libro del idioma (1930)
9. El lenguaje (1930)
10. Aspectos de la enseñanza literaria en la escuela común (1930)
Oportuno es decir que en el año 2007, bajo el sello editorial del Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas (CEDIBIL), fue publicada la primera edición dominicana de Seis ensayos en busca de nuestra expresión, obra en la que Henríquez Ureña explora la problemática de la identidad cultural de la América hispánica de un modo magistral. Es por lo que es considerado un texto fundamental en su producción intelectual. De ese libro transcribimos estas frases aforísticas:
 Arte. [...] el arte reducido a diversión, por mucho que sea diversión inteligente, pirotecnia del ingenio, acaba en hastío.48
 Autor mediocre. [...] en cualquier literatura, el autor mediocre, de ideas pobres, de cultura escasa, tiende a verboso [...]; si abunda la palabrería es porque escasea la cultura, la disciplina [...].49
 Milagro. [...] ni los milagros vienen de la nada [...].50
En la cronología de PHU establecida por los editores Ángel Rama y Rafael Gutiérrez Girardot, se informa que en 1928 Pedro «Es designado profesor suplente de Literatura Europea en la Universidad Nacional de La Plata».51 Citando a Arrieta los cronologistas señalan: «Una resolución del Consejo Académico (de la Universidad de La Plata) dispuso que solo podrían ser profesores titulados los argentinos nativos y los extranjeros naturalizados. Henríquez Ureña creyó que la ordenanza le estaba particularmente dirigida.52 Coincidencialmente esa resolución fue emitida al año siguiente de la designación de Pedro.
Como el tiempo, implacable, va poniendo las cosas en su lugar, ignorando todo esfuerzo humano que aspire a contradecirlo, los estudiosos de la vida de Henríquez Ureña, incluso su propia hija Sonia, coinciden en considerar que esa disposición, discriminatoria y mezquina, tenía como fin impedir que el erudito dominicano, que hacía sombra a muchos con su formación humanística, pudiera ser catedrático titular en las universidades argentinas. Es por lo que nunca pudo ser más que suplente de cátedras.
Fue a propósito de ese trato discriminatorio recibido por Pedro en el mundo académico argentino que el célebre novelista argentino Ernesto Sábato confiesa: «Maravilloso hombre, que fue tratado tan mal en este país como si hubiera sido argentino».53 Sábato fue uno de sus discípulos aventajados en la secundaria, igual que el crítico e historiador literario Enrique Anderson Imbert.

RETORNO DE PHU A SU PATRIA: SEGUNDA Y ÚLTIMA ESTANCIA (1931-1933)

Cualquier estudio que sobre la vida de Pedro Henríquez Ureña se lleve a cabo desde la perspectiva intrahistórica deberá resaltar su acendrado amor por su patria y el anhelo expresado de volver a vivir en ella. Su emotiva confesión del 12 de febrero de 1927, en carta publicada en el periódico dominicano Patria, nos otorga la razón: «Si fuera posible hallar allí trabajo y pasto para mis actividades y hogar cómodo y seguro para mi familia, me iría».
Es movido por ese amor patrio que él acepta la invitación que le hiciera el gobierno dominicano en 1931 para ocupar la Superintendencia General de Enseñanza de República Dominicana. Gestiona licencia como docente para no desvincularse de la Argentina y el 16 de noviembre del citado año se embarca con destino a la ciudad de Santo Domingo para tomar posesión de su puesto en el gobierno presidido por Rafael Leónidas Trujillo, quien todavía no había mostrado al pueblo dominicano, en toda su dimensión, su mentalidad asesina, de implacable dictador.
Pedro —que no había sido puesto al corriente por su hermano Max sobre la verdadera situación política de la incipiente tiranía debido a que no le era posible hacerlo por correspondencia sin ser detectado por el sistema de espionaje del régimen— arriba a su patria anhelada el 15 de diciembre de 1931 y toma posesión de su cargo a las 4 de la tarde del jueves 31 de diciembre. Es recibido con
notorio entusiasmo tanto por el mundo intelectual como por las autoridades oficiales y en un acto de recepción organizado en la Universidad de Santo Domingo para celebrar su llegada dijo: «Al regresar a la patria , después de larga ausencia, cada minuto ha sido para mí de pensamiento y emoción. Yo sólo sé de amores que hacen sufrir, y digo como el patriota: Mi tierra no es para mí triunfo, sino agonía y deber».54 Ese recibimiento apoteósico del que fue objeto Pedro molestó al vanidoso tirano, a quien Pedro no mencionó al pronunciar sus palabras de agradecimiento.
El académico dominicano Juan Jacobo de Lara, pionero en la labor compilatoria de las obras completas de Henríquez Ureña, sostiene lo siguiente:
Después de su llegada a Santo Domingo, don Pedro se dio cuenta bien pronto de que su viaje había sido un error. A los dos meses le dijo a su esposa que no podría quedarse y que no debían instalarse de manera definitiva sino provisional. La situación política del país le resultaba inaceptable y optaba por irse antes que someterse voluntariamente a un régimen de vida que le resultaba intolerable.55
El 25 de mayo de 1932 la Universidad de Puerto Rico le otorga el título de Doctor en Leyes Honoris Causa. Va a la patria de Eugenio María de Hostos por ese motivo. Es así como el 17 de junio de 1933 Pedro obtiene la aprobación, mediante decreto presidencial, de la licencia solicitada al gobierno de Trujillo para ausentarse del país —o huir del régimen despótico—, lo cual hace, embarcándose por Puerto Plata, el 29 del citado mes con destino a Francia, donde lo esperaba su familia. En ese momento su padre era Ministro Plenipotenciario de la República Dominicana en Europa. El mismo día de su partida cumplía 49 años de edad. De Francia volvería a la Argentina y jamás volvería a ver el añorado suelo patrio, pues su partida estaba motivada en su desacuerdo con el régimen trujillista.
Sonia, la hija menor de Pedro, cuenta que luego de la partida de su padre Trujillo «le ofreció la legación dominicana en Argentina». Dice ella que: «Agradeció y rechazó el ofrecimiento, dato que recogí de una copia de la carta que le escribiera [el dictador] el 14 de julio de 1936».56

SEGUNDA ESTANCIA DE PHU EN LA ARGENTINA (1933-1940)

Al retornar a la Argentina en 1933 Pedro reanuda su quehacer intelectual de manera intensa. Igualmente concentra su atención y despliega todo su empeño en el ámbito académico, dictando cursos tanto en Buenos Aires como en La Plata y conferencias en el Colegio Libre de Estudios Superiores. Al mismo tiempo colabora con La Nación y con la revista Sur, formando parte del equipo editorial de ésta, junto a figuras relevantes de las letras latinoamericanas: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, José Ortega y Gasset, Alfonso Reyes, Guillermo de Torre y Olivorio Girondo. También reanuda su trabajo en el Instituto de Filología y en la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana.
De manera sucinta, y para ir acercándonos al final de este discurso, cabe destacar importantes hechos en la vida de Pedro Henríquez Ureña durante ese período argentino de 1933 a 1940, tanto en lo académico como en lo intelectual, aspectos imposible de separar al estudiar a una de las figuras más prominentes de la historia de la cultura americana. Veamos:
A partir de 1935 Pedro realiza enjundiosos estudios sobre la presencia de la literatura española en la América hispánica, estableciendo la relevancia del hispanismo en dicha región. Producto de esa labor crítica desarrollada en Argentina son las siguientes obras: Sobre el problema del andalucismo dialectal de América (1932), La cultura y las letras coloniales en Santo Domingo (1936), El teatro de la América española en la época colonial (1936), Antología clásica de la literatura argentina (1937, en colaboración con Jorge Luis Borges), El español en México, los Estados Unidos y la América Central (1938, en colaboración con varios académicos), Para la historia de los indigenismos (1938), Gramática castellana (1939, en colaboración con Amado Alonso), El español en Santo Domingo (1940) y Plenitud de España. Estudios de historia de la cultura (1940). Etsas ocho
obras fueron publicadas por Pedro en Buenos Aires y constituyen extraordinarios aportes a la bibliografía latinoamericana en lo referente a los estudios literarios, culturales y lingüísticos.57
Es importante decir, por su vinculación con su espíritu dominicanista, que en 1937 Pedro participa en el II Congreso de Historia de América dictando su conferencia «El idioma español y la historia en Santo Domingo».
De su competencia como editor Pedro dejó en Argentina huellas imborrables. Muy vinculado a la fundación de la Editorial Losada —tal como lo fue en México del Fondo de Cultura Económica— Pedro prepara, con riguroso estudio preliminar, una edición del Lazarillo de Tormes para la colección «Cien Obras Maestras de la Literatura Universal» bajo su responsabilidad. De esa empresa editorial es, de 1938 a 1940, accionista y director técnico.
Esta fructífera segunda estancia de Pedro en la Argentina concluye con un acontecimiento de alta relevancia para la historia de la cultura latinoamericana: en 1940 es invitado por la Universidad de Harvard, en el Estado de Massachusetts, para ocupar una de las cátedras de mayor prestigio en los Estados Unidos de América: la cátedra Charles Elliot Norton, siendo el insigne dominicano el primer hispano en ocuparla. Antes de su partida para asumir tan honrosa responsabilidad académica Pedro recibe, a las 7 de la noche del sábado 7 de septiembre de 1940, un homenaje de despedida en la Universidad Popular Alejandro Korn, en La Plata.

CUARTA Y ÚLTIMA ESTANCIA DE PHU EN LOS ESTADOS UNIDOS: SU PRESENCIA EN HARVARD UNIVERSITY (1940-1941)

Pedro parte de Buenos Aires con destino a Massachusettes el viernes 20 de septiembre de 1940. Su travesía de casi dos semanas concluye con su arribo en la ciudad de Boston a las 2:35 de la tarde del miércoles 2 de octubre. Lo reciben el profesor Clarence Haring y su esposa, quienes lo guían a la que será su residencia académica durante el tiempo que permanecerá ocupando la cátedra de poética Charles Elliot Norton en la Universidad de Harvard: es hospedado en el C-25 de Dunster House. Venía a la Universidad de Harvard recomendado por el profesor J. D. M. Ford, quien también lo había recomendado como docente en la Universidad de Minnesota en 1916.58
En compañía de los profesores Haring y Ford —y otros colegas: Edward W. Forbes, R. B. Merriman, Hudston y Westerman— Pedro almorzaría a la 1:00 p.m. del día siguiente en el Faculty Club; con ellos, el Decano Ferguson. Precedieron a Pedro en ocupar esa prestigiosa cátedra: George Gilbert Murray (1926–27), el poeta británico Thomas Stearns Eliot (1932–33), el poeta estadounidense Robert Frost (1935-36) y el compositor ruso Igor Stravinsky (1939–40). Otros hispanos que la ocuparían después de él: el poeta español Jorge Guillén (1957-58), el escritor argentino Jorge Luis Borges (1967-68) y el poeta mexicano Octavio Paz (1971-72).
De exitosa hay que considerar esta estadía de Pedro de más de cinco meses en el Estado de Massachusetts, desde donde, como si fuese un centro de operaciones, se movía hacia otros Estados de la nación estadounidense (New York, Florida, Connecticut, Washington, etc.), conociendo otras ciudades, haciendo vida social y cultural, expandiendo su red de relaciones intelectuales y profesionales. Su ansia de saber, de crecer en todos los ámbitos, lo mantenía en una dinámica constante, nunca estacionario, nunca en reposo. Trabajaba sin descanso, como si cada día fuera el último de su vida.
La primera de su ciclo de ocho conferencias, todas dictadas en inglés en el Fogg Museum of Arte de Cambridge, fue la titulada «El descubrimiento del Nuevo Mundo en la imaginación europea». La pronunció a las 8 de la mañana del miércoles 6 de noviembre de 1940. Casi al inicio de su brillante exposición, en el tercer párrafo, Pedro sentencia así:
En una época de duda y esperanza, cuando la independencia política aún no se había logrado por completo, los pueblos de la América hispánica se declararon intelectualmente mayores de
edad, volvieron los ojos a su propia vida y se lanzaron en busca de su propia expresión. Nuestra poesía, nuestra literatura, habían de reflejar con voz auténtica nuestra propia personalidad. Europa era vieja; aquí había una vida nueva, un mundo para la libertad, para la iniciativa y la canción.59
Es impresionante el magistral modo en que la lucidez de pensamiento de Pedro Henríquez Ureña atraviesa cada una de sus conferencias. Estamos ante un humanista puro, inmenso. Su octava y última conferencia, titulada «Problemas de hoy (1920-1940)», la dicta a las 8:15 de la noche del martes 4 de marzo de 1941. Y uno de los problemas planteados por él en esa conferencia, hace 77 años, sigue siendo una dura realidad cultural hoy día. Dice Pedro: «Nuestros escritores nunca han dejado de tener un público lector: si no es más numeroso, la falta está en el analfabetismo y en la pobreza de gran parte de nuestra población…» Pobreza y falta de educación es un binomio todavía sufrido socialmente en la América hispánica, donde nuestros gobernantes siguen exhibiendo su insensibilidad, su despreocupación y su mezquindad cuando se trata de invertir más en la educación, renglón fundamental en el desarrollo de cualquier sociedad humana. Pedro era un pensador visionario, capaz de ver más allá del horizonte.
En 1945 la Universidad de Harvard publicó todas las conferencias en un volumen, en inglés, bajo el título de Literary Currents in Hispanic America. Traducido al español por el mexicano Joaquín Díez-Canedo, la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica lo publicó en 1949. Su título: Las corrientes literarias en la América hispánica.
El lunes 24 de marzo de 1941 Pedro Henríquez Ureña sale de Cambridge con destino a la ciudad de Nueva York, donde permanece hasta el 25 de abril, fecha en que embarca, a las 2 de la tarde, en el vapor Santa Elena, de la línea Grace, con destino a Buenos Aires, a donde arriba, a las 4:30 de la tarde del jueves 22 de mayo de 1941.Jamás volvería a pisar territorio norteamericano.
TERCERA Y DEFINITIVA ESTANCIA DE PHU EN ARGENTINA (1941-1946)
En el mes de abril de 1941, después de una breve visita a sus hermanos en Cuba, Pedro regresa a la Argentina, reintegrándose a sus actividades docentes y editoriales. Vuelve a formar parte, con Borges, del equipo de la revista Sur, cuya directora es Victoria Ocampo.
A partir del año 1942 su trabajo como educador y editor se hizo más intenso, lo que fue causa principal en la merma de su producción intelectual en los años subsiguientes. No descansaba; trabajaba de manera constante, como un hostosiano. Su amigo Ezequiel Martínez Estrada cuenta que:
Cuando viajaba de La Plata a Buenos Aires y viceversa, Pedro Henríquez Ureña iba cargado de carpetas y hojas de lecciones escolares. Además de corregir tal mole de material bruto de lectura —la escolar— llevaba habitualmente pruebas de páginas de algún libro que se editaba bajo su dirección.60
En su afán por dar cada vez más de su saber, Pedro murió en la Argentina ―en el tren de Constitución que lo conduciría, de Buenos Aires a La Plata, con destino al Colegio Nacional de La Plata― el 11 de mayo de 1946. Su hermano Max describe, con hondo dolor, la forma trágica en que muere, inesperadamente, el hijo que Salomé Ureña habría de confiar al porvenir:
Apresuradamente se encaminó a la estación del ferrocarril que había de conducirlo a La Plata. Llegó al andén cuando el tren arrancaba, y corrió para alcanzarlo. Logró subir al tren. Un compañero, el profesor Cortina, le hizo seña de que había a su lado un puesto vacío. Cuando iba a ocuparlo, se desplomó sobre el asiento. Inquieto Cortina al oír su respiración afanosa, lo sacudió preguntándole qué le ocurría. Al no obtener respuesta, dio la voz de alarma. Un profesor de medicina que iba en el tren lo examinó y, con gesto de impotencia, diagnosticó la muerte. Así murió Pedro: camino de su cátedra, siempre en función de maestro.61

TRASLADOS DE LOS RESTOS DE PHU A SU PATRIA (1981)

Los restos de Pedro Henríquez Ureña fueron trasladados desde Argentina hacia República Dominicana en el mes de mayo de 1981. Su cadáver había sido incinerado y enterrados sus polvos en el cementerio llamado Chacarita, en Buenos Aires. Para su traslado a su patria fueron introducidos en una cajita de madera. En República Dominicana fueron depositados en una urna de mármol y colocados en la misma cripta donde había sido sepultado el cadáver de su distinguida madre, en la Iglesia de Las Mercedes, ubicada en la calle del mismo nombre, en la zona colonial de la ciudad de Santo Domingo. Siete años después, específicamente el 24 de agosto de 1988, ambos restos fueron depositados, juntos, como fue el deseo de Pedro, en el Panteón de la Patria, lugar solemne reservado .para aquellas figuras notables que en vida hicieron extraordinarios aportes a la nación dominicana en cualquier ámbito: en las ciencias, en la política, en la cultura o en la educación. No admite discusión alguna la heroicidad de Pedro Henríquez Ureña en los campos de la cultura y la educación más allá de las fronteras de su patria, enalteciéndola, dignificándola.
Curiosamente, el traslado de los restos de Pedro Henríquez Ureña había sido dispuesto por el presidente Joaquín Balaguer, mediante el Decreto No. 2140, el 7 de abril de 1972, disposición ejecutiva que también manda a depositar en ese solemne santuario los restos de Francisco Henríquez y Carvajal, Salomé Ureña de Henríquez, Nicolás Ureña de Mendoza y Federico Henríquez y Carvajal, es decir, su padre, su madre, su abuelo materno y su tío y padrino, respectivamente.


CONCLUSIÓN

Finalmente, justo es reconocer que en los momentos actuales, en que la globalización nos ha obligado a poner mayor atención a todo lo que atañe a la identidad cultural nacional, la obra de Pedro ―que expresa su honda preocupación por el que fue uno de los temas centrales de su quehacer intelectual: la identidad hispanoamericana― constituye un valioso e imperecedero aporte espiritual, ético y moral. Hagamos que, sobre todo, la juventud hispana beba en su interminable fuente de saber que es su obra. Su Ideario… podría ser la puerta de entrada al mundo de las ideas de uno de los más importantes humanistas de la América hispánica.
Sigamos su ejemplo y su consejo dirigido al mundo americano al momento de pronunciar ―en La Plata, en 1924― su célebre conferencia «Patria de la justicia»: … hay que trabajar, con fe, con esperanza todos los días. Amigos míos: a trabajar».

NOTAS
1 Jorge Luis Borges. «Pedro Henríquez Ureña», prólogo a: Pedro Henríquez Ureña. Obra crítica. 2.a reimpresión. México: Fondo de Cultura Económica, 2001. P. VII. (Col. Biblioteca Americana. Serie de Literatura Moderna «Pensamiento y Acción»). Borges escribe el prólogo en 1960: «… el nombre de nuestro amigo sugiere ahora palabras como maestro de América y otras análogas».
2 Ideario de Pedro Henríquez Ureña. Compilador-editor: Miguel Collado. 2.a edición. Santo Domingo: Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas (CEDIBIL), 2006. P. 50.
3 Pedro Henríquez Ureña. 2.a corregida y aumentada. Memorias-Diario-Notas de viaje. Introducción y notas de: Enrique Zuleta Álvarez. México: Fondo de Cultura Económica, 2000. Pp. 28-29. (Colección Biblioteca Americana).
4 Ibidem, p. 29.
5 Andrés L. Mateo. Pedro Henríquez Ureña. Errancia y creación. México: Taurus, 2001. P. 15.
6 PHU. Memorias…, pp. 66-67 y 69.
7 Ibidem, p. 67.
8 Ibidem, p. 69.
9 Ibidem, 66.
10 Max Henríquez Ureña. Breve historia del modernismo. 2.a edición. México: Fondo de Cultura Económica, 1962. P. 451. El poema «Flores de otoño» aparece en: PHU. Poesías juveniles. Compilador: E. Rodríguez Demorizi. Bogotá: Ediciones Espiral Colombia, 1949. Pp. 22-23.
11 PHU. «Hostos», en: Miguel Collado, editor. Tributo a Hostos (textos en su memoria). Santo Domingo: Centro Dominicano de Estudios Hostosianos, 2016. P. 87. (Col. Biblioteca Hostosiana).
12 PHU. Memorias…, p. 93.
13 PHU. Ensayos críticos. La Habana (Cuba): Imprenta Esteban Fernández, 1905.
14 En: J. E. Rodó. Epistolario. Editor: Hugo D. Barbagelata. París / Buenos Aires: Agencia General de Librería, 1921. Pp. 42-43. (Col. Biblioteca Latino-Amerricana).
15 Ideario…, p. 30.
16 Ibidem, p. 31.
17 Ver: Guillermo Piña Contreras. «El universo familiar en la formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña», en Pedro Henríquez Ureña. Ensayos. Edición crítica de: José Luis Abellán y Ana María Berrenechea. Madrid: Editorial Alica XX, 1998. P. 489.
18 PHU. En la orilla. Mi España. México
19 Ideario…, p. 29.
20 Ibidem, p. 37.
21 PHU. Memorias…, p. 206.
22 Ibidem, p. 212.
23 Ibidem, p. 213.
24 Fue la revista de mayor importancia en la vida cultural cubana de 1913 a 1927, período en que circuló mensualmente. Difundía información sobre la vida cubana en los ámbitos político, económico y social, pero haciendo énfasis en lo referente a la cultura y al arte. En ella escribían importantes intelectuales cubanos y extranjeros: Dulce María Borrero, Emilio Roig de Leuchsenring, Juan
Marinello, Alfonso Hernández Catá, Enrique José Varona, Domingo Figarola Caneda, Miguel de Carrión y Max Henríquez Ureña, entre otros. También su hermano Francisco Noel Henríquez Ureña, abogado destacado en Cuba, publicaba allí ensayos de carácter jurídico.
25 PHU. Estudios sobre el Renacimiento en España: el maestro Hernán Pérez de Oliva. La Habana (Cuba): Cuba Contemporánea, 1914. (Separata)
26 Ideario…, p. 61.
27 Ibidem, p. 70.
28 PHU. El primer libro de escritor americano. Nueva York: The Romanic Review, 1916. (Separata).
29 PHU. Las «nuevas estrellas» de Heredia. Nueva York: The Romanic Review, 1918. (Separata).
30 Ideario…, p. 23.
31 Ibidem, p. 59.
32 PHU. Obras completas. Compilador: Juan Jacobo de Lara. Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez (UNPHU), 1977.Tomo III: 1914-1920. Pp. 293 y 296.
33 En: E. Zuleta Álvarez «Cronología de PHU», en: PHU. Ensayos. Edición crítica de José Luis Abellán y Ana María Barrenechea, 1998. p. 440.
34 PHU. El endecasílabo castellano. Madrid: Revista de Filología Española, 1919. (Separata).
35. La versificación irregular en la poesía castellana. [1920]. Prólogo: Ramón Menéndez y Pidal. 2.a edición corregida y adicionada. Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1933. (Publicaciones de la Revista de Filología Española; 4).
36 Publicada en El Heraldo de la Raza (México), I (9): 15 de mayo de 1922. Reproducida en: PHU. Obras completas. Compilador: Juan Jacobo de Lara. Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), 1978. Tomo V (1921-1925). Pp. 46-47.
37 PHU. Obras completas. Compilador: Juan Jacobo de Lara. Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), 1978. Tomo V (1921-1925). Pp. 288-289.
38 Ver: PHU. La utopía de América. Prólogo: Rafael Gutiérrez Girardot; compilación y cronología: Ángel Rama y Rafael Gutiérrez Girardot. Caracas (Venezuela): Biblioteca Ayacucho, 1989. Pp. 486-487. (Col. Biblioteca Ayacucho; 37).
39 PHU. En la orilla. Mi España. México: Tipografía Cultura, 1922.
40 Ideario…, p. 36.
41 Ibidem, p. 46.
42 PHU. La utopía de América. La Plata (Argentina): Ediciones de Estudiantina, 1925. Incluye: «La utopía de América» y «Patria de la justicia».
43 Ideario…, p. 19.
44 Ibidem, p. 29.
45 PHU. Estudios mexicanos. Edición de: José Luis Martínez. México: Fondo de Cultura Económica, 2004. P. 11. (Edición Conmemorativa 70 Aniversario).
46 Ver: PHU. La utopía de América (1989). P. 488.
47 Rafael Alberto Arrieta. «Pedro Henríquez Ureña, profesor en la Argentina», en Revista Iberoamericana. «Homenaje a Pedro Henríquez Ureña», XXI (41-42): enero-diciembre de 1956, pp. 85-97; por Pedro Luis Barcia, p. 109.
48 Ideario…, p. 19.
49 Ibidem, p. 21.
50 Ibidem, p. 61.
51 Ver: PHU. La utopía de América (1989). P. 489.
52 Ibidem, p. 490.
53 Loc. cit.
54 PHU. «En mi tierra», en: revista Repertorio Americano (San José, Costa Rica), XVI (709); 1 de diciembre de 1934, p. 331.
55 Juan Jacobo de Lara, en su Pedro Henríquez Ureña, su vida y su obra. Santo Domingo: Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU), 1975. Pp. 63-64.
56 Sonia Henríquez-Ureña Vda. Hlito. Pedro Henríquez Ureña. Apuntes para una biografía. México: Siglo XXI Editores, 1993. P. 133.
57 Véase: «Bibliografía cronológica de Pedro Henríquez Ureña», en Ideario…, pp. 97-102.
58 Ver: Enrique Zuleta Álvarez. «Pedro Henríquez Ureña y los Estados Unidos». En: Revista Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid: Instituto de Cooperación Iberoamericana), (442): 93-108, abril 1987.
59 PHU. Las corrientes literarias en la América hispánica. Traductor: Joaquín Díez-Canedo. 2.a edición. México: Fondo de Cultura Económica, 1994. P. 9.
60 Ver: PHU. La utopía de América (1989). P. 494.
61 Max Henríquez Ureña. «Hermano y maestro (Recuerdos de infancia y juventud)». En: PHU. Antología. Selección, prólogo y notas: MHU. 3.a edición. Santo Domingo, Rep. Dom.: Comisión Organizadora Permanente de la Feria Nacional del Libro, 1992. P. LI.

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