Una cicatriz, apertura honda, infinita, obtusa, siniestra, hendida, llena de una humedad ausente, un líquido evaporado que se extraña, eso sin más es nuestra cultura, una seña de identidad que nos coloca en el mundo, es la cultura una cicatriz en nosotros o por el contrario somos nosotros marcas en el mantel colorido de los fenómenos culturales?
Jennet Tineo |
En estos cuentos de la escritora y poeta Elsa Báez reconoceremos esa pulsión dentro del cuerpo textual de sus historias, el campo, la ciudad, el barrio, la calle, la casa, el cuerpo, sí el cuerpo, ese espacio donde todo existe, donde las cicatrices son de carne y de aire. Báez usa en su narrativa el recurso del realismo mágico para contar historias que llevan dentro por sí mismas un sentimiento místico, un deseo de exhibir muchas caras de un mismo torso, los temas que toca van desde la religión, las relaciones de parejas, las familias, la soledad, la angustia, la vejez, la niñez, la pobreza, la violencia, la delincuencia, la muerte, el romanticismo, entre otros.
Este libro contiene estructuras tipo estampas donde la autora nos presta ojos y hendijas para ver pequeños detalles de la cotidianidad que diremos son muy propias de la dominicanidad pero que sabemos conscientemente reflejan sin duda la latinidad. Las creencias que nos arropan y se arraigan en el pueblo, las noticias y los mitos, las leyendas, el deseo de mover la realidad a través de la observación. En su narrativa Elsa Báez revive esfinges del pasado, rituales, revive la niñez que podría ser la suya, los cuentos a la luz de la luna una noche sin luz en la casa de la abuela, hay algo fantasmagórico transitando cada tema, cada cuento, una sombra de melancolía un canto al desamparo y a las raíces.
Entre los cuentos que más llamaron mi atención se encuentran: La vecina del frente, Sí pudiera comprarte amor, El reloj de los millones, He jugado tanto con la muerte, que ella me cede su turno, Alguien me observa y la Comilona que trajo a Anita.
El amor es un protagonista escondido entre el dolor, la risa y el llanto en muchos de los relatos, hay una visión distinta de algunas realidades sociales, el narrador a pesar de que en muchos cuentos está planteado en primera persona siempre es un observador elevado que expone un paisaje y aunque se encuentre incluido en él lleva dentro la fuerza de alzar su visión para exponernos como lectores a un dialogo distinto y a una historia distinta, pues busca que nos identifiquemos con algún detalle, sentimiento, situación o personaje.
Historia de cicatrices es un libro de cuento con un concepto claro que une todas sus historias, podemos decir que este concepto está fragmentado en tres espacios de contenido, 1-lo místico religioso, lo ritualista,2- lo urbano y lo rural 3-las emociones humanas, todo esto concentrado por el concepto de cultura dominicana, lo que somos y pretendemos, lo que ocultamos, la idiosincrasia de un pueblo que le gusta conocer la vida del vecino, sin querer o queriendo, que le gusta hablar en los autobuses- guaguas y entablar nexos increíbles donde le contamos la vida al del lado o simplemente los amores de la infancia que crecen dentro de nosotros como tréboles de cuatro hojas y mariquitas.
Dentro de estos cuentos uno va reencontrándose con espectros propios, con reflejos o simplemente con espacios que jamás hemos tocado.
Elsa Báez |
El cuento Alguien me observa me recordó la obra de teatro la Trinitaria blanca de Manuel Rueda, no solo por la historia que nos cuenta sino por la atmósfera casi teatral con la cual va la narrativa envolviendo la conciencia del lector.
Los cuentos más breves del libro juegan a ser postales, fotografías y hasta radiografías de pequeños instantes y reflexiones como es el caso de: Ahora estamos más lejos que la primera vez que nos encontramos, este cuento es la puerta de entrada al libro, Convivo con una asesina, La cita perfecta y Agonía.
Sí la piel se abre, si la tierra se abre, sí el corazón se abre, sí las tablas o el zinc de las casas más simples se abren, si el sol se abre o si esta media isla se abre, quizás sea en ese movimiento la cicatriz, quizás sea en ese momento el ojo y la posibilidad de la sangre la promesa de que la cultura es una cicatriz profunda, la firma ancestral de nuestros otros sobre lo que el olvido no será capaz de borrar y es así como estás historias nos despiertan y es así como los versos también se quiebran y sin deshacerse nos presentan un abismo lleno de puentes desde la narrativa de una poeta en sus historias de cicatrices. — con Fidel Moises Sanchez, Otto Oscar Milanese, Luis Carvajal Nuñez y 13 personas más.
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