EL
NÚMERO
El
secreto del número -el través
de
todo lo mortal o aparecido-
ha
sumado ha restado ha dividido
desoyendo
las leyes de Moisés
Como
grupo juntaron treinta y tres
Un
siete son los sabios... y esculpido
hay
un dos en la flecha de Cupido
y
en el Gólgota -heridos- reinan tres
Difundió
su semilla en epidemias
abolló
las ubicuas polisemias
poseyó
las medidas de las ágoras
empapó
cada cosa el lecho el vaso
y
el mundo saltarín como un payaso
sobre
la hipotenusa de Pitágoras.
©Leopoldo Minaya
©Leopoldo Minaya
Leopoldo
Minaya (Nacido el 15 de noviembre de 1963) poeta y escritor dominicano. Miembro
de la generación literaria de 1980 en la República Dominicana y de la Sociedad
Internacional de Escritores. Galardonado en 2001 por Acción Cultural Miguel de
Cervantes, Barcelona, España. Doctor en leyes por la Universidad Autónoma de
Santo Domingo. Maestría en ciencias de la educación por Mercy College, Nueva
York. Aparte de su producción literaria en sentido estricto -donde se
entremezclan lo poético y lo ontológico-, Minaya combina literatura y educación
para la producción de proyectos de apoyo curricular que apunten a desarrollar
el pensamiento crítico y la capacidad cognitiva del educando.
Bibliografía[editar
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Oscilación
de Péndulo, 1984, Rep. Dom.
Preeminencia
del Tiempo, 1993, Rep. Dom.
Preeminencia
del Tiempo y Otros Poemas, 1998, Rep. Dom.
Cuento
de los dos Quijotes, 2001, Spain.
La
Hora Llena, 2007, West Virginia, USA.
Poemas
Imaginarios, 2007, West Virginia, USA.
Historia
de la Doncella que fue a la Guerra, 2007, Dom. Rep.
Historia
del Niño René Rosales y de la Flauta Encantada, 2007, Dom. Rep.
Romance
del Pastorcillo, 2007, Dom. Rep.
Leyenda
de Puerto Rico, 2007, Dom. Rep.
Cantar
de Flor y Sombrerito, 2007, Dom. Rep.
El
Conde Niño (Versión), 2007, Dom. Rep.
Peripecias
de un Sueño Enamorado, 2007, Dom. Rep.
CUENTO
DE LOS DOS QUIJOTES
Don
Quijote a veces
sale
de los libros
por
tomar el aire
claro
del camino...
Caballero
andante,
valeroso,
digno,
que
embistió gigantes
brazos
de molino.
Siglos
lleva ya,
siglos,
lleva siglos
entre
editoriales,
entre
linotipos,
entre
letra y letra,
entre
signo y signo,
entre
las solapas
y
los pergaminos.
(Siempre
que Quijote
sale
de los libros
va
buscando un aire
limpio,
limpio, limpio...)
II
Al
llegar a un pueblo
le
detiene un niño
que
le dice: -¿Puedo
conversar
contigo,
valeroso
hidalgo?
"Puedes,
puedes, hijo",
dice
el caballero
medio
enternecido.
Luego,
el niño empieza:
-
Quiero ser tu amigo,
quiero
ser tan grande
como
tú lo has sido
deshaciendo
entuertos
y
a mi espada fío
redoblar
la fuerza
de
los desvalidos.
Si
una viuda llora,
antes
que el suspiro
llegará
la mano
de
este peregrino;
si
un anciano cae
entre
malhechores...
¡de
seguro vengo
vadeando
el río!
El
hidalgo
no
encuentra palabras...
Dice
al final:
-
¡Sea como quieres,
como
lo has pedido!
Nunca
un buen deseo
yo
le niego a un niño.
¡Salve,
caballero
de
los nuevos siglos!
¡Para
nuevos tiempos,
nuevos
desafíos!
¡Quiso
Dios que en época
de
mayor peligro...
cuando
el hombre tiembla,
se
levanten niños!
¡No
deshonres nunca
tu
palabra, nunca!
¡Cumple,
siempre, siempre,
con
lo prometido!
¡Ante
mí levantas
del
honor las actas!
¡Rocinante
y Sancho,
sirvan
de testigos!
III
Don
Quijote, entonces,
sale
del camino
y
regresa al dulce
sueño
de los libros
porque
Dulcinea
-dice-
le ha llamado
y
él al mismo cielo
prometió
su cuido.
"Y
si te he pedido
que
tú cumplas siempre,
por
nada del mundo
desdiré
lo dicho".
Se
despiden.
Lleno
de
emoción guerrera,
con
el pecho ardiendo
se
ha quedado el niño
que
agrandó la noche
con
sus pensamientos
y
sin darse cuenta
se
quedó dormido.
IV
Este
cuento cuento,
pero
en este punto
siempre
mi relato
doy
por concluido,
pero
hay otra parte,
la
que me reservo,
la
que nunca cuento,
la
que nunca he dicho,
que
por ser quien eres,
porque
te enterneces
y
porque eres bueno
la
diré, contigo:
Don
Quijote, al irse,
cuando
dio la vuelta,
de
emoción ardiente
se
alumbró lo mismo,
porque
más allá
de
los sufrimientos
los
quijotes tienen
corazón
de niño.
Y
cuando el pequeño
cierra
los dos ojos,
da
en volverse el otro
por
armarle, digo,
y
al hallarlo quieto,
tan
santificado
sólo
una pregunta
le
acercó al oído:
-
Si despierto sueñas,
soñando
de veras ¿cuáles
sueños sueñas
tú,
caballerito?
©Leopoldo Minaya
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