lunes, 15 de julio de 2013

Leopoldo Minaya, maestro de la poesía dominicana



EL NÚMERO 


El secreto del número -el través

de todo lo mortal o aparecido-

ha sumado ha restado ha dividido

desoyendo las leyes de Moisés

Como grupo juntaron treinta y tres

Un siete son los sabios... y esculpido

hay un dos en la flecha de Cupido

y en el Gólgota -heridos- reinan tres

Difundió su semilla en epidemias

abolló las ubicuas polisemias

poseyó las medidas de las ágoras

empapó cada cosa el lecho el vaso

y el mundo saltarín como un payaso

sobre la hipotenusa de Pitágoras.

©Leopoldo Minaya




Leopoldo Minaya (Nacido el 15 de noviembre de 1963) poeta y escritor dominicano. Miembro de la generación literaria de 1980 en la República Dominicana y de la Sociedad Internacional de Escritores. Galardonado en 2001 por Acción Cultural Miguel de Cervantes, Barcelona, España. Doctor en leyes por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Maestría en ciencias de la educación por Mercy College, Nueva York. Aparte de su producción literaria en sentido estricto -donde se entremezclan lo poético y lo ontológico-, Minaya combina literatura y educación para la producción de proyectos de apoyo curricular que apunten a desarrollar el pensamiento crítico y la capacidad cognitiva del educando.
Bibliografía[editar · editar código]

Oscilación de Péndulo, 1984, Rep. Dom.
Preeminencia del Tiempo, 1993, Rep. Dom.
Preeminencia del Tiempo y Otros Poemas, 1998, Rep. Dom.
Cuento de los dos Quijotes, 2001, Spain.
La Hora Llena, 2007, West Virginia, USA.
Poemas Imaginarios, 2007, West Virginia, USA.
Historia de la Doncella que fue a la Guerra, 2007, Dom. Rep.
Historia del Niño René Rosales y de la Flauta Encantada, 2007, Dom. Rep.
Romance del Pastorcillo, 2007, Dom. Rep.
Leyenda de Puerto Rico, 2007, Dom. Rep.
Cantar de Flor y Sombrerito, 2007, Dom. Rep.
El Conde Niño (Versión), 2007, Dom. Rep.

Peripecias de un Sueño Enamorado, 2007, Dom. Rep.

CUENTO DE LOS DOS QUIJOTES

Don Quijote a veces 
sale de los libros 
por tomar el aire 
claro del camino... 
Caballero andante, 
valeroso, digno, 
que embistió gigantes 
brazos de molino. 
Siglos lleva ya, 
siglos, lleva siglos 
entre editoriales, 
entre linotipos, 
entre letra y letra, 
entre signo y signo, 
entre las solapas 
y los pergaminos. 
(Siempre que Quijote 
sale de los libros 
va buscando un aire 
limpio, limpio, limpio...) 

II

Al llegar a un pueblo 
le detiene un niño 
que le dice: -¿Puedo 
conversar contigo, 
valeroso hidalgo? 
"Puedes, puedes, hijo", 
dice el caballero 
medio enternecido. 
Luego, el niño empieza: 
- Quiero ser tu amigo, 
quiero ser tan grande 
como tú lo has sido 
deshaciendo entuertos 
y a mi espada fío 
redoblar la fuerza 
de los desvalidos. 
Si una viuda llora, 
antes que el suspiro 
llegará la mano 
de este peregrino; 
si un anciano cae 
entre malhechores... 
¡de seguro vengo 
vadeando el río!  

El hidalgo 
no encuentra palabras... 
Dice al final: 

- ¡Sea como quieres, 
como lo has pedido! 
Nunca un buen deseo 
yo le niego a un niño. 
¡Salve, caballero 
de los nuevos siglos! 
¡Para nuevos tiempos, 
nuevos desafíos! 
¡Quiso Dios que en época 
de mayor peligro... 
cuando el hombre tiembla, 
se levanten niños! 
¡No deshonres nunca 
tu palabra, nunca! 
¡Cumple, siempre, siempre, 
con lo prometido! 
¡Ante mí levantas 
del honor las actas! 
¡Rocinante y Sancho, 
sirvan de testigos!

III 

Don Quijote, entonces, 
sale del camino 
y regresa al dulce 
sueño de los libros 
porque Dulcinea 
-dice- le ha llamado 
y él al mismo cielo 
prometió su cuido. 
"Y si te he pedido 
que tú cumplas siempre, 
por nada del mundo 
desdiré lo dicho". 


Se despiden. 
Lleno 
de emoción guerrera, 
con el pecho ardiendo 
se ha quedado el niño 
que agrandó la noche 
con sus pensamientos 
y sin darse cuenta 
se quedó dormido.


IV

Este cuento cuento, 
pero en este punto 
siempre mi relato 
doy por concluido, 
pero hay otra parte, 
la que me reservo, 
la que nunca cuento, 
la que nunca he dicho, 
que por ser quien eres, 
porque te enterneces 
y porque eres bueno 
la diré, contigo:

Don Quijote, al irse, 
cuando dio la vuelta, 
de emoción ardiente 
se alumbró lo mismo, 
porque más allá 
de los sufrimientos 
los quijotes tienen 
corazón de niño.

Y cuando el pequeño 
cierra los dos ojos, 
da en volverse el otro 
por armarle, digo, 
y al hallarlo quieto, 
tan santificado

sólo una pregunta 
le acercó al oído: 
- Si despierto sueñas, 
soñando de veras ¿cuáles sueños sueñas 
tú, caballerito?

©Leopoldo Minaya

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