Gioconda Belli: "Creo que el Paraíso fue una manera de ver a la especie en su clímax"
En la novela que presentó en la Feria, la autora analiza cómo se transformó la historia del paso por el Paraíso a través de los años y de las traducciones.
Por: Ida Mogones
Fuente: ESPECIAL PARA CLARIN
Fuente: ESPECIAL PARA CLARIN
Autora de una extensa obra poética, la nicaragüense Gioconda Belli es un personaje que atrae por el contraste que su presencia impone frente a aquello que cualquiera mediana mente prejuicioso esperaría de ella.
Fue miembro del Frente Sandinista desde 1970 y luego vivió exiliada entre México y Costa Rica, donde —según sus palabras— conspiró contra el régimen del dictador Anastasio Somoza. Volvió a su país tras el triunfo de la Revolución y allí se desempeñó como funcionaria pública en el área comunicacional del gobierno, cargo que abandonó para dedicarse de lleno a escribir la que sería su primera novela, La mujer habitada.
De lo que se estima que "debería" ser una revolucionaria tal vez quede muy poco en esta mujer que toma oporto y come almendras tostadas en el bar del Hotel Plaza de Buenos Aires. Hoy vive entre Managua y California y reparte su tiempo entre la crianza de su hija de catorce años —"la Adriana"— y las giras promocionales de su novelaEl infinito en la palma de la mano,
que recientemente ganó el premio Biblioteca Breve de la editorial española Seix Barral. Ese es el libro que Belli presentó en la Feria del Libro el sábado junto a Ana María Bovo y Angélica Gorodischer.
El infinito... evoca la idea del Paraíso —no ya el socialista— y la relación mítica entre Adán y Eva, valiéndose de una gran cantidad de textos sagrados que documentan un imaginario que atraviesa la historia de la humanidad. "He reconstruido la historia de la 'culpabilidad de Eva', en la que se basó la marginalidad histórica de la mujer, por ser la 'responsable' de que se nos arrojara del Paraíso, por abandonarse a un acto de curiosidad: fue a Eva a quien le tocó tomar en sus manos y hacerse responsable del infinito, empezar el mundo e iniciar el tiempo. Fue ella la que se atrevió al desafío", ha explicado, en entrevista sobre su novela, esta escritora que dice ser una darwiniana convencida, alejada de la teoría religiosa de la creación. Darle voz a esa Eva fue parte de su propósito. Pero no es cualquier voz.
—En su novela, el contenido poético tiene, por momentos, una gran relevancia. ¿Dónde se encuentra este componente con el lenguaje narrativo?
—Yo creo que las fronteras entre el lenguaje narrativo y el lenguaje poético tienen que ver con el sujeto. Una cosa es expresar una idea con la concentración de palabras con que lo hace un poema, y otra cosa es la narrativa, donde el aliento es mucho más largo, mucho más descriptivo. De alguna manera es un supuesto poético pensar en el principio del mundo, en la inocencia, en el descubrir de las limitaciones del ser, en la muerte. Yo siempre pensé que tenía que tener un tono distinto al de una novela normal, que tenía que tener un tono un poco bíblico, en cierta manera, porque estamos hablando de una historia muy arquetípica. Tenía que tener un lenguaje diferente al de una novela que trata sobre Juan y Pedro, que están teniendo un conflicto.
—Más allá de abordar una historia mítica, es una novela documentadísima...
—Es una investigación que tiene que ver con cómo se construyó esa historia, cuáles son las fuentes originales, de dónde surge la historia de Adán y Eva; cómo a través de la tradición la historia fue cambiando y cómo la fueron modificando las traducciones. Porque el hebreo es una lengua muy rica y muy llena de matices.
—¿Por qué le interesó acercarse a la idea de Paraíso?
—Una de las cosas que a mí me intriga de nuestra existencia es la idea de la utopía. Por eso yo construyo ese supuesto de que el Paraíso no fue el principio sino una manera del Creador de imaginar cómo podría llegar a ser esta especie que iba a crear, y verla primero en su clímax. Hay de plano en nosotros una especie de ilusión de lo perfecto que la humanidad ha perseguido por siempre. Pienso que eso puede haber sido el Paraíso, ese lugar al que aspiramos.
—¿Se ubica de algún modo dentro de algún grupo de escritoras latinoamericanas?
—Las mujeres escritoras hemos sido bien diferentes y no podemos decir que exista un movimiento de escritoras. Creo que todas surgimos en un tiempo más o menos similar pero lo que se ve es que no hay una conexión estilística o de escuela. De hecho, la irrupción de la mujer en la literatura fue bien tardía en América latina. Creo, sin embargo, que ahora hay una serie de escritoras que es importante y seria. Estoy pensando en Marcela Serrano, en Laura Restrepo, Elena Poniatowska, en Diamela Eltit. Me siento muy cercana a ellas.
Fue miembro del Frente Sandinista desde 1970 y luego vivió exiliada entre México y Costa Rica, donde —según sus palabras— conspiró contra el régimen del dictador Anastasio Somoza. Volvió a su país tras el triunfo de la Revolución y allí se desempeñó como funcionaria pública en el área comunicacional del gobierno, cargo que abandonó para dedicarse de lleno a escribir la que sería su primera novela, La mujer habitada.
De lo que se estima que "debería" ser una revolucionaria tal vez quede muy poco en esta mujer que toma oporto y come almendras tostadas en el bar del Hotel Plaza de Buenos Aires. Hoy vive entre Managua y California y reparte su tiempo entre la crianza de su hija de catorce años —"la Adriana"— y las giras promocionales de su novelaEl infinito en la palma de la mano,
que recientemente ganó el premio Biblioteca Breve de la editorial española Seix Barral. Ese es el libro que Belli presentó en la Feria del Libro el sábado junto a Ana María Bovo y Angélica Gorodischer.
El infinito... evoca la idea del Paraíso —no ya el socialista— y la relación mítica entre Adán y Eva, valiéndose de una gran cantidad de textos sagrados que documentan un imaginario que atraviesa la historia de la humanidad. "He reconstruido la historia de la 'culpabilidad de Eva', en la que se basó la marginalidad histórica de la mujer, por ser la 'responsable' de que se nos arrojara del Paraíso, por abandonarse a un acto de curiosidad: fue a Eva a quien le tocó tomar en sus manos y hacerse responsable del infinito, empezar el mundo e iniciar el tiempo. Fue ella la que se atrevió al desafío", ha explicado, en entrevista sobre su novela, esta escritora que dice ser una darwiniana convencida, alejada de la teoría religiosa de la creación. Darle voz a esa Eva fue parte de su propósito. Pero no es cualquier voz.
—En su novela, el contenido poético tiene, por momentos, una gran relevancia. ¿Dónde se encuentra este componente con el lenguaje narrativo?
—Yo creo que las fronteras entre el lenguaje narrativo y el lenguaje poético tienen que ver con el sujeto. Una cosa es expresar una idea con la concentración de palabras con que lo hace un poema, y otra cosa es la narrativa, donde el aliento es mucho más largo, mucho más descriptivo. De alguna manera es un supuesto poético pensar en el principio del mundo, en la inocencia, en el descubrir de las limitaciones del ser, en la muerte. Yo siempre pensé que tenía que tener un tono distinto al de una novela normal, que tenía que tener un tono un poco bíblico, en cierta manera, porque estamos hablando de una historia muy arquetípica. Tenía que tener un lenguaje diferente al de una novela que trata sobre Juan y Pedro, que están teniendo un conflicto.
—Más allá de abordar una historia mítica, es una novela documentadísima...
—Es una investigación que tiene que ver con cómo se construyó esa historia, cuáles son las fuentes originales, de dónde surge la historia de Adán y Eva; cómo a través de la tradición la historia fue cambiando y cómo la fueron modificando las traducciones. Porque el hebreo es una lengua muy rica y muy llena de matices.
—¿Por qué le interesó acercarse a la idea de Paraíso?
—Una de las cosas que a mí me intriga de nuestra existencia es la idea de la utopía. Por eso yo construyo ese supuesto de que el Paraíso no fue el principio sino una manera del Creador de imaginar cómo podría llegar a ser esta especie que iba a crear, y verla primero en su clímax. Hay de plano en nosotros una especie de ilusión de lo perfecto que la humanidad ha perseguido por siempre. Pienso que eso puede haber sido el Paraíso, ese lugar al que aspiramos.
—¿Se ubica de algún modo dentro de algún grupo de escritoras latinoamericanas?
—Las mujeres escritoras hemos sido bien diferentes y no podemos decir que exista un movimiento de escritoras. Creo que todas surgimos en un tiempo más o menos similar pero lo que se ve es que no hay una conexión estilística o de escuela. De hecho, la irrupción de la mujer en la literatura fue bien tardía en América latina. Creo, sin embargo, que ahora hay una serie de escritoras que es importante y seria. Estoy pensando en Marcela Serrano, en Laura Restrepo, Elena Poniatowska, en Diamela Eltit. Me siento muy cercana a ellas.
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