Cuento
Un samurai, caminaba un día con su perro, cuando de repente, éste enseñando los colmillos por primera vez se puso a ladrar furiosamente en su dirección. Sorprendido e irritado, el samurai sacó su sable y, sin dudarlo, le cortó de un solo golpe la cabeza.
Pero en vez de caer al suelo, la cabeza salió volando hasta un árbol situado detrás del guerrero y apresó entre sus mandíbulas a una serpiente que se disponía a morderlo.
¡Comprendió recién entonces que su perro no hacía sino avisarle del peligro que lo amenazaba!
Desconsolado, el samurai lamentó amargamente su gesto atropellado e irreparable.
(Guardemos las espadas -continuó diciendo el Laoshi sobre el monte fértil de oraciones- mordámonos las lenguas, contengamos las iras y escuchemos calmos a los que nos quieren y sin embargo ladran.)
Muy cierto!!
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